Garantías genericas de los derechos fundamentales

TEMA 7. LA GARANTÈA CONSTITUCIONAL DE LOS DERECHOS


De nada sirve  que los derechos  fundamentales sean reconocidos a  los individuos si no van acompañados  de las garantías necesarias para su eficaz  cumplimiento.  De  hecho, el propio  artículo 16 de la Declaración de  los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), al  definir  qué  ha  de  entenderse  por  —Constitución“  se  refiere  a  garantía  de  los  derechos, cuando  proclama  que toda sociedad en la que  no se establezca la división de  poderes ni se garanticen los derechos no tiene Constitución.  Esa  separación  de  poderes  tiene  como  objetivo  la  protección  de  los  derechos  y libertades  reconocidos  por  la  Constitución.  Por  eso,  aunque  en  las  Constituciones españolas  de  1812,  1837  y 1845  no  esté presente  el  término  garantía,  no  significa  que  no exista la garantía, porque  se reconoce  la  división de  poderes. La primera Constitución que además  de  reconocer  el  principio  de  separación  de  poderes  establece  un  sistema  de garantías  individuales  (a  disposición  de  los  individuos),  las  garantías  judiciales,  es  la Constitución  de  1869.  Sin  embargo,  su  eficacia  no  es  aún  total  porque  el  texto constitucional no es norma jurídica. La  Constitución  va  a  ser  ella  misma  garantía  de  los  derechos  fundamentales cuando  se  afirme  su  valor  como  auténtica  norma  jurídica,  directamente  aplicable,  no disponible  por  el  poder  legislativo  ni  por  el  poder  ejecutivo.  En  nuestra  historia constitucional ese  —paso de  gigante“ se dará con  la Constitución republicana de 1931.  Será entonces  cuando,  junto  a  las  garantías  individuales,  esto  es,  judiciales,  de  los  derechos  y libertades  fundamentales,  aparezcan  las  garantías  objetivas,  no  sólo  políticas  sino jurídicas, empezando por la propia Constitución y su fuerza normativa.

Clasificación

Analizando  ya  el  texto  de  la  Constitución  española  de  1978,  podemos  clasificar  las garantías de los derechos y libertades en ella reconocidos en tres tipos:
a) Garantías institucionales o normativas (art. 53.1 CE) Son  instrumentos  que  la  Constitución  establece  para  que  los  poderes  públicos,  y  en especial  el  legislador,  actúen  en  un  sentido  determinado  cada  vez  que  esté  en  juego  un derecho  o  libertad  constitucionalmente  reconocido.  Son  las  también  llamadas  garantías normativas:  reforma  constitucional,  control  de  constitucionalidad  y  reserva  de  ley  que respete  el  contenido  esencial  (principio  de  legalidad).  Éste  último  constituye  el  objeto esencial de  este tema.
b) Garantías individuales o jurisdiccionales (art. 53.2 CE)  Si las anteriores  iban dirigidas a  los poderes públicos, éstas, en cambio, son instrumentos a disposición  de  los individuos para que  puedan  reaccionar frente  a  una posible  vulneración de  alguno  de  sus  derechos  y  libertades.  Las  garantías  jurisdiccionales  (amparo  judicial  y amparo constitucional) serán objeto de estudio del tema 21.
c) Garantías orgánicas: el Defensor del Pueblo (art. 54 CE) A  medio camino  entre una y  otra,  la  garantía del Defensor  del  Pueblo  está  vinculada  a  las Cortes  Generales  y,  al  mismo  tiempo,  está  a  disposición  de  los  ciudadanos.  La estudiaremos en el tema 23. Éstas  son  las  garantías  previstas  en  la  Constitución  de  1978 que, sin  embargo, no  protege por  igual  a  todos  los  derechos  y  libertades  reconocidos  en  el  Título  I,  sino  que,  como veremos al estudiar cada una de ellas, establece distintos niveles de protección: a)  Derechos  y  libertades  fundamentales,  capítulo  II,  sección  1ª  (arts.  15-29).  A  ellos  se añaden,  casi  con  idénticas  garantías,  el  derecho  a  la  igualdad  (art.  14)  y  la  objeción  de conciencia  (art.  30.2  CE).  Gozan  de  la  máxima  protección  otorgada  por  la  Constitución (art. 53.2 CE). b)  Derechos  de  la  sección  2ª  (arts.  31-38),  que  gozan  de  un  nivel  medio  o  normal  de protección (art. 53.1 CE). c)  Principios  rectores  de  la  política  social  y  económica  (capítulo  III).  Como  vimos  en  el tema  anterior,  no  tienen  consideración  de  auténticos  derechos  fundamentales,  por  lo  que gozan de una protección  menor.

Garantías institucionales o  normativas

Como  acabamos  de  señalar  este  grupo  de  garantías  están  dirigidas  a  los  poderes públicos y, muy especialmente, al poder legislativo.  En  primer  lugar,  los  derechos  fundamentales  se  encuentran  protegidos,  como  el resto  de  preceptos  de  la  Constitución,  por  el  procedimiento  de  reforma  en  ella  previsto para  cualquier  modificación  de  los  mismos  (art.  167  CE).  Además,  tratándose  de  los derechos  del  capítulo  II, sección 1ª (artículos  15 a 29), habrá de seguirse  el  procedimiento de  revisión  constitucional  (art.  168  CE).  Del  mismo  modo,  se  aplica  a  los  derechos fundamentales  la  garantía  del  control  de  constitucionalidad  de  las  leyes,  esencial  para  la afirmación  de  la  Constitución  como  norma  jurídica  y  para  la  definición  de  los  derechos como  derechos  fundamentales  (a  través  del  recurso  de  inconstitucionalidad,  al  que  se refiere expresamente el artículo 53.1 CE, o cuestión de inconstitucionalidad). Además  de  estas  garantías,  comunes  a  todo  el  texto  constitucional,  los  derechos fundamentales  gozan de  un sistema de protección específico, formado por tres garantías:

A) Eficacia directa

Como  dice  el  artículo  53.1  CE,  —los  derechos  y  libertades  reconocidos  en  el capítulo  II  del  presente  Título  vinculan  a  todos  los  poderes  públicos“.   Eso  significa  que tienen eficacia  directa a partir de la  propia Constitución, sin necesidad de que el legislador intervenga  (aunque sea  conveniente, sobre  todo  en  el  caso  de determinados  derechos). El derecho  está reconocido en la Constitución  y  su presencia en el ordenamiento, así como su ejercicio por los ciudadanos no depende del legislador.


Como  ha  dicho  el  Tribunal  Constitucional  refiriéndose  a  la  eficacia  directa  de  los derechos  fundamentales,  —son  origen  inmediato  de  derechos  y  obligaciones,  y  no  meros principios programáticos“ (STC 21/81).

B) Reserva de ley

Continúa  el  citado  artículo  53.1  CE  diciendo  —sólo  por  ley,  que  en  todo  caso  deberá  respetar  su  contenido  esencial,  podrá  regularse  el  ejercicio  de  tales  derechos  y libertades“.  El  principio  de  legalidad  o  reserva  de  ley  es  una  garantía  tradicional  en  el constitucionalismo  europeo  y  hoy  día sigue siendo la más importante.  Así  lo  ha  sostenido el Tribunal Constitucional:  —el principio  de reserva de  ley  entraña una garantía esencial  de nuestro Estado de Derecho“ (STC 83/84). Con  este  principio  se  pretende  asegurar  que  —la  regulación  de  los  ámbitos  de libertad  que corresponden  a los  ciudadanos dependa  exclusivamente  de  la  voluntad de  sus representantes“  (STC  83/84).  Así, esta  garantía  impone  preceptivamente  dos cosas: de un lado,  prohíbe la  llamada autodisposición sobre  el  rango,  es decir,  el Parlamento  no  puede deslegalizar,  a  favor  del  reglamento,  materias  de  derechos  fundamentales;  de  otro,  se excluye  igualmente  la  posibilidad  de  que  el  ejecutivo  actúe  de  forma  independiente  y  no subordinada  a  ley,  regulando  el  ejercicio  de  estos  derechos  a  través  de  reglamento.  La actuación  del  ejecutivo,  a  través  de  los  reglamentos,  ha  de  consistir  en  una  —colaboración normadora  complementaria“ (STC 37/87). El principio de  reserva de  ley exige  que  la  norma  que  regule el  desarrollo de  estos derechos  sea  una  ley  formal,  aprobada  por  el  poder  legislativo,  quedando  por  tanto excluido  el  Decreto-Ley  (art.  86.1  CE).  Ahora  bien,  no  significa  que  la  reserva  de ley  se establezca  sólo  y  exclusivamente  a  favor  del  legislador  estatal,  pudiendo,  por  tanto,  las Comunidades  Autónomas  aprobar  leyes  que  desarrollen  el  ejercicio  de  derechos  y libertades  fundamentales.  La  única  excepción  al  respecto  es  que  estemos  ante  una regulación  que  —afecte  a  las  condiciones  básicas  que  garanticen  la  igualdad  de  todos  los ciudadanos  en  el  ejercicio  de  los  derechos  y  en  el  cumplimiento  de  los  deberes constitucionales“,  que  será  competencia  del  Estado,  en  virtud  de  los  artículos  139  y 149.1.1  CE.  Esas  condiciones  básicas  han  de  ser  las  mismas  en  todo  el  territorio  del Estado,  pero  tampoco  han  de  entenderse  como  una  exigencia  de  —una  rigurosa  y monolítica uniformidad del ordenamiento“  (STC 37/81), porque  ello supondría restringir o dejar incluso vacías las competencias de las Comunidades Autónomas. La garantía  de la reserva de ley,  se refiere,  en principio, a una ley ordinaria (estatal o autonómica, como  acabamos de ver). Ahora bien, tratándose de los derechos  y libertades fundamentales  de  la  sección  1ª,  del  capítulo  II,  del  Título  I  (arts.  15  a  29  CE)  la Constitución  exige  que  su  desarrollo  se  realice  mediante  Ley  Orgánica  (art.  81.1  CE). Estamos,  por  tanto,  ante  un  principio  de  reserva  de  ley  reforzada.  El  constituyente  ha querido  dotar  a  estos  derechos  de  un  plus  de  protección,  exigiendo  un  alto  consenso parlamentario  para  su  aprobación  (excluyendo,  lógicamente,  al  legislativo  autonómico). Por  —desarrollo“  hemos  de  entender,  como  ha  señalado  el  Tribunal  Constitucional,  no  la regulación de cualquier materia que afecte a uno de estos derechos fundamentales, sino la regulación directa o general de estos derechos“.

C) Respeto del contenido esencial

  La  reserva  de ley  tiene, a su  vez,  un límite  que aparece expresamente  en  el  citado  artículo 53.1  CE:  —en  todo  caso  deberá  respetar  su  contenido  esencial“.  Quiere  ello  decir  que  el legislador,  a  la  hora  de  desarrollar  el  ejercicio  de  los  derechos  no  puede  ignorar  el contenido  esencial  de  los mismos. Con esta  expresión,  tomada  de  la  Ley  Fundamental  de Bonn, se  pretende  evitar  que  el  legislador  desnaturalice o  haga irrecognoscible  el derecho que la Constitución reconoce, vulnerando, por tanto, el propio derecho fundamental.
Definir  a  priori,  de  forma  general,  qué  es  el  contenido  esencial  es  algo  prácticamente imposible.  El  Tribunal  Constitucional  no  lo  ha  hecho,  sino  que  ha  ido  delimitando  el contenido  esencial  de  cada  derecho  fundamental  que  se  encontrase  en  juego  en  los distintos  casos  plantead os  que  ha  ido  resolviendo.  Para  ello  ha  tenido  en  cuenta  dos criterios:  el  criterio  de  la  recognoscibilidad  y  el  criterio  de  los  intereses  jurídicamente protegidos:

1º. Criterio de la recognoscibilidad:

El  contenido  esencial  de  un  derecho  puede  determinarse  a  partir  del  tipo  abstracto.  Es decir,  del concepto que de ese derecho se  tiene con  anterioridad  a su desarrollo legislativo, a  partir  de  —las  ideas  generalizadas  o  convicciones  generalmente  admitidas  entre  los juristas,  los  jueces  y,  en  general,  los  especialistas  en  Derecho“  (STC  11/81).  Integrarían, por  tanto,  el  contenido  esencial  de  un  derecho,  —aquellas  facultades  o  posibilidades  de actuación  necesarias  para  que  el  derecho  sea  recognoscible  como  pertinente  al  tipo descrito“ (STC 11/81).

2º. Criterio de los intereses jurídicamente protegidos:

Es  un  criterio  complementario  del  anterior.  Se  trata  de  comprobar  si  el  legislador  ha asegurado  o,  por  el  contrario,  desconocido  los  intereses  jurídicamente  protegidos  por  ese derecho.  —Se  rebasa  o  se  desconoce  el  contenido  esencial  cuando  el  derecho  queda sometido a limitaciones que lo hacen  impracticable,  lo  dificultan  más  allá  de  lo  razonable o lo despojan de la necesaria protección“ (STC 11/81). El  Tribunal  Constitucional  verificará  el  respeto  del  contenido  esencial  de  los  derechos fundamentales,  por parte  del legislador,  a través  del  control  de constitucionalidad  de las leyes  al  que,  como  hemos  indicado,  hace  referencia  el  citado  artículo  53.1  CE:  —que  se tutelarán  de  acuerdo  con  lo  previsto  en  el artículo 161.1.a)“,  es decir,  mediante  el  recurso de  inconstitucionalidad,  al  que  hay  que  añadir  la  cuestión  de  inconstitucionalidad planteada  por  los  jueces.  En  la  práctica,  junto  a  los  dos  anteriores  criterios  el  TC  ha introducido  un tercero  auxiliar  o complementario: la  identificación del  contenido  esencial con las formulaciones de las Declaraciones  Internacionales de Derechos.

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