Origen y Evolución del Concepto de Soberanía
La soberanía es la máxima expresión del poder; no existe otro superior. Puede ser ejercido por una persona, varias o todos los integrantes de una sociedad. Deriva del latín “superanus” (compuesto de “super”, sobre, y el sufijo “-anus”, procedencia u origen), significando «el que está por encima» o «principal».
Este concepto cobró relevancia cuando las sociedades se organizaron a partir de la conjunción de los elementos necesarios para la existencia del Estado como tal (población, territorio y poder), con base en el que se gobierna, y el derecho como forma de aplicación de dicho poder. La soberanía adquiere su máxima intensidad cuando no existe otro poder que lo controvierta o cuestione.
Los modos de su ejercicio responden a la categoría histórica. El momento de la conformación de los Estados-nación es donde aparece con nitidez el concepto de soberanía. Inicialmente, se personificó en la figura del máximo representante estatal, quien ejercía la plenitud del poder. Apunta Zimmerman que la noción de soberanía es uno de los pilares de la Ciencia Política y es propia del Derecho Público, por lo cual resulta útil.
En la Edad Media, y aún más en el siglo XVI donde el concepto se desarrolló, era utilizado para identificar a quien detentara el poder supremo. Como acota Laclau, y sin perjuicio de la compleja sociedad feudal que se cimentaba sobre un orden jerárquico (del súbdito al señor feudal y de este al rey), en los siglos XV y XVI se acentuaba cada vez más la centralización del poder en el rey, quien pasó a ostentar el monopolio de la identificación del soberano como un atributo de su potestad.
La Concepción de Bodin
Jean Bodin justifica esta nueva realidad política de concentración de poder en manos del rey, pero adopta la noción de República, ya que considera esta forma de gobierno como la correcta por los fines que persigue y de ella derivan los medios adecuados para lograrlos. Define a la República como «el recto gobierno de varias familias, y de lo que les es común, con poder soberano», señalando así la finalidad y el propósito del gobierno. Por ello se refiere al «recto gobierno», diferenciándolo de otros tipos de asociaciones donde la finalidad y los propósitos son inexistentes o ilegítimos.
Este autor define claramente la soberanía como «el poder absoluto y perpetuo de una República».
- Absoluto: Porque deviene de la potestad que se ejerce por encima de todos y abarca a todos; nada está por encima de este poder y carece de límites legales (aunque Bodin reconoce límites morales o divinos) en el ejercicio de sus prerrogativas propias.
- Perpetuo: Se funda en que el poder del príncipe (o del órgano soberano) no puede estar sometido a un tiempo determinado. Por eso se concluye que la soberanía no es limitada en tiempo, en poder ni en responsabilidad (ya que el príncipe soberano es solo responsable ante Dios, según Bodin).
Claramente, la soberanía es la cualidad que se atribuía al Estado y, por ello, se ejercía el poder absoluto e ilimitado en el territorio. Esa voluntad impersonal puede ejercerse por el pueblo, por una representación aristocrática o por un príncipe. Bodin es partidario de esta última opción (monarquía), aunque la noción de soberanía que rescata es un concepto referido a la República (al Estado) y que puede atribuirse a cualquier forma de gobierno, ya que la titularidad del ejercicio del gobierno no incide en el concepto mismo de soberanía.
También Bodin diferencia la costumbre (elaborada por los particulares) de la ley (emanada del soberano). La ley surte efecto más allá de la voluntad de los súbditos, puesto que es expresión de mando y ejercicio del poder. Entonces, dar una ley, modificarla, extinguirla y obligar a su ejecución e interpretación es donde se resumen los atributos del soberano. Todo el resto de ulteriores potestades surgen de esta principal prerrogativa.
Evolución Posterior y Crisis del Concepto
El influjo de la Revolución Francesa y los procesos de emancipación lograron que los Estados-nación fueran articulando sus relaciones con base en el mutuo reconocimiento. Pero en el plano interno, desde nuestra ciencia, a comienzos del siglo XX se estudió con ahínco desde la Ciencia Política a aquel principal objeto, el Estado, donde se manifestaba la cualidad más sobresaliente del poder: la soberanía. Como era poder justificado, los publicistas se planteaban otros problemas. La soberanía fue concebida como una cualidad del poder, del máximo poder.
Las Acepciones de Carré de Malberg
Raymond Carré de Malberg afirma que la palabra «soberano» tiene tres acepciones principales:
- Soberanía del Estado: Designa el carácter supremo del poder estatal.
- Soberanía en el Estado: Expresa el conjunto de órganos del Estado mediante los cuales se ejerce el poder.
- Soberanía del Órgano: Caracteriza la posición que dentro del Estado ocupa el titular supremo de la potestad estatal.
Factores Actuales de Debilitamiento
En la actualidad, los principales factores del debilitamiento del concepto clásico de soberanía son:
- La crisis del Estado-nación por los cuestionamientos de la unidad nacional por parte de las reivindicaciones autonomistas y federalistas, así como por la disgregación social y étnica (como ocurrió en Europa del Este).
- La crítica a la soberanía percibida como “dogma”, vinculada a la supervivencia del autoritarismo nacionalista.
- La presencia de organismos e instituciones internacionales que limitan la soberanía externa de los Estados, acotan decididamente el ius belli (derecho a la guerra) y, asimismo, intervienen en el interior de las fronteras nacionales.
- La afirmación y positivización de valores y principios universales (Derechos Humanos y la Paz) que dan un fundamento normativo y forma jurídica al acotamiento del poder estatal.
- La tercera revolución tecnológica, con su intensificación de las comunicaciones a nivel global, que desafía el control estatal sobre la información.
- El proceso de globalización de la economía, que reduce el ámbito del manejo de la macroeconomía nacional y cuestiona la tradicional función estatal de aseguramiento de la estabilidad del ciclo económico y del consenso social.
- La pérdida del monopolio estatal sobre los recursos estratégicos, que en nuestra época no son solo la potencia militar ni la industria, sino primordialmente los recursos financieros y la información.
Doctrinas sobre la Soberanía
Doctrinas Afirmativas
Desde varios puntos de vista, se intentaron definir y, en ocasiones, limitar el alcance de la soberanía. La idea de la Nación como titular de la soberanía, tomada como un todo indivisible, se extendió desde el derecho público francés a todo el planeta.
Kant analizó el poder del sufragio y la independencia y libertad del ciudadano para incidir, lo que pone en crisis la premisa de una soberanía absoluta y monolítica, ya que el ciudadano no solo elige, sino que puede participar e integrarse si así lo desea. No obstante, respecto al origen del poder, Kant considera, como apunta Fayt, “que el origen del poder supremo es inescrutable para el pueblo que está sometido a él, negando a los súbditos el derecho a razonar sobre su origen y a la obediencia que se le debe”.
Otro expositor, Hermann Heller, establece que la soberanía es una capacidad jurídica y real de decidir de manera definitiva y eficaz en todo conflicto que altere la unidad política del Estado, tomando a la sociedad y al territorio como unidad. Implica poseer la fuerza suficiente para imponerse, si es necesario, sobre el derecho positivo existente y hacer valer la voluntad estatal ante los habitantes del territorio.
Para Heller, la soberanía es la expresión del poder de dominación territorial de carácter supremo y exclusivo. Soberano, para él, es quien tiene la capacidad última de crear el derecho, como se manifiesta en el poder constituyente, que es el poder de organización total del Estado.
Doctrinas Negatorias
Algunos autores cuestionan el concepto de soberanía por su imprecisión, considerándolo vago (Superflun y Bryce). Otros señalan que es un concepto equívoco y discutible (Garner, Hayer).
Se alzan críticas directas contra un concepto que, al no reconocer superior, puede justificar cualquier medio para alcanzar sus fines. En tal sentido, se detallan horrendos crímenes cometidos en nombre de la máxima expresión estatal, una modalidad que lamentablemente no reconoce distingos entre diferentes tipos de Estados.
Postura de Duguit
Léon Duguit señala que la soberanía, como concepto metafísico, es incapaz de resolver los problemas prácticos del origen del poder, su titularidad y su necesaria subordinación al Derecho (entendido como norma social objetiva).
Posiciones Pluralistas
Las posiciones pluralistas tienen su fundamento en que se orientan a limitar y restringir la esfera funcional tradicionalmente atribuida a la soberanía. Sostienen que el concepto clásico de soberanía fue elaborado a partir de la concepción de un Estado unitario, visto como un centro único de poder y una unidad política y jurídica monolítica.
Desde tal óptica, se veía al Estado como algo absoluto e ilimitado en el ejercicio del poder supremo, cuya superioridad excluía toda relación de igualdad o competencia con otros grupos o fuerzas interiores que actúan dentro de la esfera estatal.
Las doctrinas pluralistas sostienen que es posible y real la división del poder y la soberanía. El poder se descentraliza y dispersa en diversas formas, entes o centros (sindicatos, iglesias, asociaciones profesionales, entidades subnacionales, organismos internacionales) que tienen injerencia en lo político, jurídico y económico. Esto obliga a reconocer competencias diversas: concurrentes, excluyentes, pero siempre, a nuestro juicio, coordinadas por el Derecho o poder juridificado.