El Imperio de Carlos V y la Hegemonía Española

El Imperio de Carlos V

Herencia de Carlos

Al morir la reina Isabel la Católica en 1504, se disolvió el vínculo que mantenía unidas las coronas de Castilla y Aragón. En su testamento, Isabel nombraba heredera a Juana, cuya incapacidad mental era previsible. La muerte inesperada de Felipe el Hermoso vino a agravar definitivamente el estado mental de doña Juana, lo que hizo que Fernando el Católico tuviese de nuevo el dominio sobre Castilla. En realidad, el rey actuaba como regente de su nieto Carlos.

A la muerte de Fernando en 1516, y tras una breve regencia del Cardenal Cisneros, llegaría a España el 4 de julio de 1517 el nuevo rey Carlos I, de la familia de los Habsburgo, introductor de la llamada Casa de Austria en España.

La Política Exterior de Carlos V

La monarquía de los Reyes Católicos impuso en política exterior los intereses de la Corona de Aragón que, en Italia y el Mediterráneo, se había enfrentado a Francia y habían llevado toda una política de alianzas matrimoniales para desarrollar esa política antifrancesa.

Carlos V concibió una «concordia universal» de todos los soberanos cristianos europeos bajo la supremacía del Emperador y la asistencia del Pontificado para hacer frente al expansionismo turco. Pero esta idea encontró una tenaz resistencia en Francia, que se sentía cada vez más cercada por los Habsburgo, los príncipes alemanes, opuestos a la supremacía de un emperador católico cuando empezaban a convertirse al luteranismo, y el Papado, que temía al cesarismo (excesiva tutela imperial sobre la Iglesia católica) de Carlos.

Los problemas en Alemania y el fracaso imperial

Carlos V fracasó en gran parte de su proyecto imperial porque no pudo afirmar su autoridad en el Imperio alemán. Los intentos imperiales de conciliación se cerraron con reiterados fracasos, y finalmente, Carlos V optó por una solución militar venciendo a la protestante Liga de Smalkalda en la Batalla de Mühlberg (1547).

En plena bancarrota económica, Carlos V legó el patrimonio austríaco y la dignidad imperial a su hermano Fernando, quien había firmado la Paz de Augsburgo (1555), por la que se reconocía la libertad religiosa en el Imperio. Tras esta derrota moral, Carlos se retiró al monasterio de Yuste (Cáceres). En 1556 abdicó en su hijo Felipe los reinos españoles y sus dominios italianos, así como los Países Bajos y el Franco Condado.

La Consolidación de la Hegemonía Española (1559-1565)

El Enfrentamiento con Francia

La consolidación se efectuó sobre Francia al obtener el éxito de San Quintín frente a Enrique II (1557) y obligarle a firmar la paz de Cateau-Cambrésis dos años después, por la que Francia renunciaba a toda pretensión sobre Italia. Francia iba a desangrarse en unas terribles guerras de religión entre calvinistas y católicos.

El Enfrentamiento con el Imperio Otomano

El ataque turco a Chipre, que era posesión veneciana, precipitó la formación de una alianza entre España, Venecia y el Papa. La flota de la Santa Liga, mandada por Juan de Austria, venció a la turca en la batalla de Lepanto en 1571. Esta victoria no produjo el quebranto definitivo del poderío turco en el Mediterráneo debido a la rápida disolución de la liga.

La Unión con Portugal

El rey don Sebastián de Portugal murió sin sucesión y Felipe II hizo valer sus derechos familiares, incorporando este reino a sus Estados en 1580. Las Cortes de Tomar le reconocieron como rey bajo la fórmula habitual de respetar las leyes e instituciones del reino. La incorporación de Portugal y de sus posesiones en las Indias orientales, América y Norte de África, conllevó el dominio del Atlántico occidental por Felipe II y mejoró la situación estratégica del imperio hispánico.

La Guerra contra el Protestantismo

La rebelión flamenca contra Felipe II, que era apoyada por Inglaterra y por los protestantes alemanes, se había iniciado en 1566. En 1578 fue nombrado gobernador de los Países Bajos Alejandro Farnesio, quien había realizado progresos en el sometimiento militar de los protestantes del norte. Isabel I de Inglaterra, que había restaurado el anglicanismo, inició una política de oposición al rey español. Felipe II envió en 1588 una potente flota que debería recoger en Dunkerque al ejército de Farnesio y desembarcarlo en Inglaterra. La operación pretendía el destronamiento de la reina y la restauración del catolicismo, pero la flota, dispersada por las naves inglesas en el canal de la Mancha, no pudo realizar el embarque y fue destruida por los temporales en el viaje de vuelta.

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